El destino de Yorgo Stratouris siempre estuvo ligado a la moda. Venció todos los obstáculos para conseguir su mayor objetivo: un atelier que diseña trajes a medida de calidad. En esta entrevista recuerda pasajes de su trayectoria y nos invita a apostar por una industria sin prejuicios.
¿A qué te dedicabas antes de adentrarte en esta industria?
Soy de Grecia. Nací en una ciudad pequeña, es decir, veinticinco mil habitantes cerca de Atenas. Cuando terminé el colegio, empecé a trabajar lavando carros. Después alquilé una tienda con mi hermano para reparar vehículos. Más tarde empezamos una empresa donde hacíamos servicio en llantas para máquinas pesadas y automóviles.
¿Ya había despertado tu interés por la moda?
Mucho. En mi familia, el tema de la vestimenta era muy importante. A pesar de que éramos de clase media, me gustaba vestirme bien. Mi madre era la que nos vestía. Tenía un criterio y una estética increíble. Siempre tuve ganas de viajar y conocer otros países con sus diversas culturas o aprender un nuevo idioma. Buscaba salir de mi ciudad porque considero que lo más peligroso para una persona es la rutina. Me gustaba ver pasarelas, compraba revistas de moda y gastaba mucho dinero en zapatos, camisas o blazers. Sin embargo, no me atrevía a pensar en ser diseñador. Un hombre dedicado a esta industria genera prejuicios, sin embargo, decidí tomar un curso de diseño y elaboración de joyas.
¿Por qué decidiste viajar a Perú? ¿Qué es lo que te llamó la atención?
Conocí a una familia peruana en la playa de Grecia y me invitaron a visitarlos. Me quedé dos semanas en Perú. La cultura era distinta. Cuando volví a mi país vendí mi carro, pues había decidido explorar el mundo. La rutina me había generado una depresión bastante grande, con un pensamiento constante de estancamiento. No quería eso para mí. Fui a Berlín, donde estuve tres meses trabajando con unos amigos que vendían joyas. Después tomé la decisión definitiva de migrar a Perú. Comencé a estudiar Español y a trabajar en Gamarra durante seis meses.
¿Cómo fue desarrollándose tu desempeño en la moda?
Luego de este tiempo, opté por regresar a Grecia. Me quedé un año, pero tenía el mismo sentimiento de que ese no era mi lugar. A distancia encontré un trabajo en Compu Palace y vine nuevamente a Perú con visa de trabajador. En poco tiempo empecé a laborar en London House. En esa tienda me fue bien. Los clientes me buscaban porque les gustaba cómo los atendía. No lo sentía como un trabajo, pues me salía natural. Después de un año, elaboré pañoletas para mujeres. Luego realicé camisas a medida que vendía en algunas oficinas. No obstante, no sentía que la remuneración era suficiente para solventar mis gastos. Fui al Museo de Lima y tomé un curso de diseño de modas. Empecé a dibujar. Recuerdo una noche en la que estaba muy deprimido. De pronto timbra mi celular y vi un número desconocido. Era la amiga que conocí en la playa, quien quería un traje a medida para ella y su esposo.
¿Es así como surge tu primer atelier?
Sí. Con el primer monto de dinero que gané, llamé a dos amigos de Grecia y les pedí ayuda para alquilar un departamento. Encontré uno en la calle donde está la discoteca Downtown. Comencé haciendo ajustes en los trajes. Iba a las casas y ordenaba sus closets. Entallaba algunos sacos y pantalones. Viví dentro de este atelier durante cinco años.
¿Cómo llegaste a tu local actual?
Mi marca personal está desde 2015 y en este espacio ya tengo un año. La clientela que tengo ha surgido por el boca a boca. Me gusta mucho trabajar y dar al cliente el mejor servicio. Lo hacemos sentir único, exclusivo e importante. Sienten que alguien se preocupa por ellos. En mi atelier todo lo hacemos nosotros: zapatos, accesorios, corbatas, gemelos, blazers, pantalones. Sin embargo, al principio eran prendas exclusivas para hombres.
¿Cuándo te animaste a elaborar ropa de mujer? ¿Por qué?
El estilo de la mujer no es algo muy comercial cuando hablamos de un traje a medida o un blazer. Recuerdo que me reencontré con una amiga de Grecia. Hice un traje para su esposo y me dijo que ella también quería uno, porque le gustaba el trato que le daba a los hombres. Así comencé y ahora ya tenemos una línea femenina. Es algo nuevo que está en desarrollo.
¿Qué impresión te deja el impacto de tu marca actualmente?
Lo importante es que ahora somos una marca para el Perú. Nos hemos posicionado en un buen nivel y eso me encanta. Nosotros hacemos todo dentro del taller. Me gusta tener a mi equipo cerca y crecer en conjunto. Eso es lo más bonito de todo: una industria sin prejuicios.
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