Atacama es un lugar único en el mundo, donde la vastedad del paisaje pareciera no tener fronteras. En medio de esta inmensidad nace Tara; una línea de vinos singular que simboliza un desafío asumido por el equipo viticultor y enológico de Viña Ventisquero.
Una aventura en la que las explicaciones dejan de importar, dando paso a una experiencia de cata que no tiene comparación. Tara nace en la región de Atacama, en medio del paisaje más seco del mundo, con precipitaciones que apenas alcanzan los 20 mm al año, pero que recibe la influencia costera del Océano Pacífico, y que por las mañanas es cubierto por la Camanchaca.
Una geografía única a la que se suma la ausencia de la cordillera de la Costa, lo que permite que haya un clima mediterráneo fresco. En estos suelos calcáreos, los enólogos de Viña Ventisquero se atrevieron a expandir las fronteras del mapa vitivinícola del país, apostando por crear una línea de características singulares orientada a aquellos que buscan vinos diferentes.
En lugares como Estados Unidos y Europa, este tipo de suelos albergan los mejores vinos. En Chile solo se encuentran desde Limarí al norte, sin embargo, en ellos nada es fácil. Su salinidad juega en contra del crecimiento de las parras, a lo que se suma el agua de riego que también tiene altos contenidos de sal. Debido a esos misterios de la naturaleza, en estos terroirs extremos nacen los vinos con sabores calificados como únicos.
Felipe Tosso, enólogo jefe de Viña Ventisquero, afirma lo siguiente: “Enfrentar este terroir significó todo un proceso de aprendizaje. Lo que logramos rompe con todos los paradigmas de lo que se ha hecho en los valles de la zona centro sur del país”. El portafolio de Tara cuenta con 7 vinos. Partieron con dos mezclas tintas —una con base en Syrah y otra basándose en Pinot Noir— y dos blancas en base Chardonnay y un Viognier Solera. Luego lanzaron el Sauvignon Blanc, seguido del Cabernet Franc y la Garnacha.
Los vinos de Tara toman su nombre del mítico salar que por siglos han custodiado los Monjes de la Pacana. Un paisaje, que al igual que Tara, evoca el silencio y la inmensidad del desierto de Atacama. De ahí la gráfica de su etiqueta: líneas simples, horizontales, botellas numeradas que dan cuenta de la pequeña producción de cada una de estas variedades, y una cápsula azul celeste que apela al cielo más azul del mundo.
Los vinos provienen de dos viñedos: Longomilla y Nicolasa, ubicados a 22 y 32 kilómetros del mar, en la segunda terraza del río Huasco, respectivamente. Conservar ese origen y transmitirlo en cada copa significó optar por los procesos artesanales de cosecha, vinificación e, incluso, de embotellado. Por ello, la consigna siempre fue intervenir lo menos posible. Así, la cosecha se realiza a mano y, en el caso del Chardonnay, el prensado se ejecuta con el racimo entero y los pies; lo que significa un rendimiento de apenas un 40%. Si se quiere lograr un vino que dé testimonio de su origen extremo, es necesario eliminar levaduras, procesos de filtrado, entre otros; y ser consecuentes con su naturaleza.
“Tara es una experiencia que te saca de lo clásico. No conozco en Chile un terroir tan extremo como este, pues reflejan la identidad de Atacama”, agrega Tosso. La primera producción de Tara en 2012 fue pequeña: 409 botellas de Chardonnay, 758 de Syrah y 487 de Pinot Noir. Sus singulares características han determinado que el principal destino fuese el mercado extranjero, donde no solo está en tiendas especializadas, sino también en algunos de los mejores restaurantes del mundo.
Entre ellos está el español Mugaritz (dos estrellas Michelin), el italiano Osteria Francescana (tres estrellas Michelin) y el Celler de Can Roca (tres estrellas Michelin en España). Cabe resaltar que ya podemos encontrarlo en el restaurante Central de Perú, reconocido como el mejor del mundo por The World’s 50 Best Restaurants. Hoy, Tara sigue mostrando el desierto de Atacama. Entérate de más en www.ventisquero.com y www.vwe.cl
