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SUENAN LAS CAMPANAS

December 24, 20245 min read

Por Samuel Hurtado Cárdenas

Así de rápido, cuál brisa del mar, llegamos al último mes del año; donde los sentimientos y la nostalgia se sienten a tope. Hablamos de diciembre, hablamos de las Fiestas Navideñas. Creo que para mí y para todos la Navidad significa algo más que una fecha tradicional o comercial, es un sentir y un compromiso con el corazón. Particularmente, me emocionan mucho estas fechas; sin embargo, hay vacíos que también se sienten como aquel dicho: cada Navidad aprovéchala porque la mesa en su momento empezará a vislumbrar sus vacíos. Qué veloz y sin prisa se fue este año, y vaya que fue un año de locos. Entre películas, series y muchas ideas locas pensaba en cuál sería mi última columna del año y realmente quería apelar a las profundas emociones humanamente hablando como también del lado cinéfilo. Para ello debo remontarme a mis infantes memorias.

Cuando era un niño y sabía que estas fechas estaban próximas, lo primero que hacía era llenarme de emoción porque sabía que llegaba aquella noche en donde la familia se reunía para compartir una cena deliciosa con conversaciones memorables. Había muchas personas en la calle corriendo por el regalo a última hora y esa vibra casi penetrante de saber que se festejaba algo más. La emoción me embargaba. Ya estaba listo para encender el televisor y disfrutar de un clásico navideño: Mi Pobre Angelito, un filme que a través de las generaciones se relaciona con estos días festivos. Pero eso no era todo. Estaba listo
para maratonear mis especiales navideños, por ejemplo, en aquel recordado canal Cartoon Network, donde todo el 24 de diciembre era especial tras especial de mis dibujos en un ambiente navideño.

Las horas pasaban, la medianoche se acercaba, pero la emoción no cesaba. Recuerdo la película de Cascanueces. Me río al recordarlo y qué nostalgia la que me embarga. Por otro lado, ya para cerrar la previa, llegaba El Grinch, sinceramente la contraparte de las fiestas, pero que de una u otra manera te identificabas con lo que veías y el personaje. Pasado esto ya estabas listo para recibir la Navidad con tus seres queridos, veías los regalos debajo del árbol, las luces resonando de color, los villancicos retumbando en la sala y aquel olor del chocolate que emanaba de la cocina de la abuela. Cada uno de los detalles compartidos son más que personales porque, al igual que siento una película en mi corazón, estos recuerdos los siento aún más.

Existe una reflexión que me he llevado de todos estos años celebrando la Navidad. No importa lo que haya en la mesa o debajo del árbol, la ropa que vestimos o con cuantas personas lo pasamos. Mientras haya un espacio lleno de amor, paz y unión, todo estará bien. Mi memoria más íntima que comparto es que esta será la tercera Navidad que voy a pasar sin mi mamá. Ella ha sido mi Navidad durante 27 años. Cuando dejó el mundo, las fechas tuvieron otra connotación: más sentimental, más personal, más
nostálgico. Te das cuenta de que mientras haya vida, hay que disfrutar de quienes nos rodean y abrazarlas no solo con la fuerza de nuestros brazos, sino con el alma. Ese es el reflejo de estas fiestas. No somos ni tú ni yo quienes sonreímos en Navidad, quien sonríe es nuestra alma.

Mi mejor deseo para estas fiestas es que la pasen en armonía, con el corazón en paz y con la frente en alto. Quizá ha sido un año difícil y de muchas pruebas, pero siempre hay un mañana para luchar. Muchas gracias por leer, los abrazo a todos. ¡Que suenen las campanas!

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