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LAS APARIENCIAS ENGAÑAN

August 12, 20246 min read

Por John Santa Cruz

A principios del 2000, Rudy Kurniawan empezó a destacar en los círculos del vino en Los Ángeles como una estrella en el horizonte. Apareció de un momento a otro. En aquellas catas abiertas al público llegaba, comentaba, sacaba del saco un buen vino y se ganaba la atención de todos. Tenía un pasado medio oscuro, que aclaraba poco delante de sus nuevos amigos, ricachones todos. Originario de China, de una familia desconocida en esos círculos, era poco lo que se sabía de él. Pero con tanto vino ‘bueno’ que llevaba a las reuniones, parece que nadie le hizo más preguntas sobre su origen. Rudy Kurniawan, ya con copa en mano, destacaba por su paladar refinado, por ser muy hábil reconociendo añadas o por hacer creer esto a la gente, especialmente a los coleccionistas que estafó.

El buen Rudy se presentaba como un simple aficionado al vino, con la habilidad de detectar falsificaciones. Hábil era, sin duda, y con muy buena nariz para detectar las anomalías y montañas rusas en este mundillo. Con este buen ojo para seleccionar a sus ‘víctimas’ se especializó en Borgoña, animado por la complicadísima categorización de sus tierras y el refinado encanto de la Pinot Noir. Compró y vendió tantos vinos de Domaine Romanée-Conti que le llegaron a llamar Dr. Conti, ni más ni menos. En el 2006, en pleno boom de la tecnología en Silicon Valley y con todas las punto.com nadando en montañas de dólares, llegó su momento más álgido. En una subasta vendió vino por valor de 24.7 millones de dólares, batiendo el anterior récord de 10 millones.

El primero al que se le puso la mosca detrás de la oreja ante tanta cantidad de vino fue a Laurent Ponsot, propietario de Domaine de Ponsot, cuando empezaron a aparecer botellas de Domaine Ponsot con una antigüedad sospechosa. Bajo la compra-venta de Rudy Kurniawan, aparecieron botellas de las cosechas entre 1945 y 1971. Le saltaron todas las alarmas, ya que en su familia no empezaron a embotellar vino hasta 1982. Como no, empezó a investigar. Casi al mismo tiempo, Bill Koch, un multimillonario estadounidense, encontró botellas falsas en su colección, las mismas que habían salido de algunas de estas subastas.

Koch, entonces, contrató a detectives privados y presentó una demanda. Con estos indicios, el FBI se puso manos a la obra y en marzo de 2012 entró a la casa de Kurniawan en Arcadia, California y encontró un taller de falsificación con herramientas para taponar, etiquetas, botellas vacías y notas de cata largas.  También encontraron botellas de vino más baratas que las falsificadas, las cuales usaba para poner en las más caras, y de todo para alterar el contenido. ¿Cómo es posible que falsificara vinos tan caros y los expertos no se dieran cuenta? Muy fácil: los vinos caros son tan escasos y se abren pocas veces que es realmente difícil ser un experto en ellos.

La mayor parte de estas etiquetas brillan en la oscuridad de opulentas bodegas. Toda esta historia es parte de un documental que aún sigue en Netflix. La apasionante historia de este estafador se cuenta con entrevistas y material de archivo. No deja de ser interesante ver cómo él y sus ‘amigos’, quienes se hacían llamar Angry Man(hombres sin piedad), podían beberse botellas por valor de US$200 mil en una sola cena y sentirse alguien por hacerlo. Una vez más, la realidad supera a la ficción, y ver a estos personajes en acción supera toda realidad imaginable.

Bill Koch aparece entrevistado en el documental en su mansión: «No me gusta ser engañado», empieza. «Hay un código de silencio en la industria del vino y hay vinos que son una muestra de amor del bodeguero. Son casi una experiencia religiosa». Fue el enfado de Bill Koch al sentirse estafado el que inició toda la investigación. Pronto empezaron a salir ‘cosas raras’ como un Magnum de Petrus de 1921, en un momento en el que no se hacían magnums. La investigación avanzó rápido. El resto es historia. Rudy fue atrapado in fraganti en su casa de California el 08 de marzo de 2012 y condenado a 10 años de prisión.

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